Es difícil determinar cuándo fue la primera vez que se ordenó en un naufragio aquello de “mujeres y niños primero“. Pero sí tenemos constancia documentada de uno de los primeros naufragios en que se dijo la frase y que quedó constancia por escrito. Fue en el hundimiento del HMS Birkenhead cerca de la costa de Ciudad de Cabo -Sudáfrica-, allá por 1852. Gracias al relato de los supervivientes del siniestro y de la labor de investigación que tuvo lugar tras el hundimiento, hoy podemos establecer el naufragio de este barco como el origen de aquel llamamiento. De hecho, en los años posteriores se convirtió en una parte esencial de los protocolos de abandono de los barcos. Hasta llegar a nuestros días, en que se ha cambiado por otros protocolos marítimos de evacuación de embarcaciones.
HMS Birkenhead
John O`Neil (sargento) tenía 25 años el día que se hundió el HMS Birkenhead. Y fue el último de los supervivientes de aquel naufragio en fallecer, más de 50 años después. Gracias a su testimonio y al de otros tripulantes y pasajeros del navío, hoy tenemos constancia de la primera vez que se utilizó la orden “mujeres y niños primero” para abandonar un barco.
El HMS Birkenhead se botó en 1845. Inicialmente era un barco de vapor con propulsión con ruedas de paleta en los costados y velas. En su viaje inaugural alcanzó los 12 nudos de velocidad. Demostrando sus cualidades para la guerra. Pero nunca llegó a ser la fragata que había sido sobre planos. Tan solo un año después, el Almirantazgo inglés inició la construcción de buques militares propulsados por hélice. Lo que suponía une enorme ventaja: al tener mayor maniobrabilidad y velocidad. Así que el HMS Birkenhead quedó relegado al transporte de tropas para la marina británica.
De su estructura de hierro, destacaba el mascarón de proa. Con una representación de Vulcano (inicialmente se iba a llamar HMS Vulcan), portando en una mano un martillo y en la otra los rayos del dios Júpiter que había forjado él mismo.
“Mujeres y niños primero”
La madrugada del 26 de febrero de 1852 el HMS Birkenhead gobernaba a 8 nudos. El capitán había decidido navegar próximo a la costa -3 millas- para aprovechar el viento reinante y aprovechar el mar en calma. El barco había zarpado de Ciudad del Cabo tan solo un día antes. A bordo viajaban 643 personas. Si bien este dato no ha podido confirmar; y también se da por bueno la cantidad de 630 personas a bordo. Entre las que se encontraba el 74ª Regimiento de Infantería y el Regimiento de la Reina. De ellos, los oficiales tenían el privilegio de ir acompañados con sus familias. Por lo que el buque de transporte de tropas no solo navegaba con personal militar, sino que había mujeres y niños a bordo.
El mar calmado imposibilitó a la tripulación de guardia divisar una roca que vela cuando la mar está encrespada. El barco tocó fondo violentamente con la piedra que no aparecía en las cartas de navegación de la zona. A lo que se sumó la oscuridad de la noche.
Al dar atrás, para salir de la encalladura, el casco de hierro se rasgó y una gran fisura se abrió en la proa. Allí murieron ahogados más de cien soldados que tenían sus literas bajo el castillo de proa. De la tripulación restante, setenta hombres se destinaron a poner en marcha las bombas de achique. Y otra cantidad similar de soldados se envió a poner a flote los botes. Si bien, los dos botes grandes (para 150 personas cada uno) no se pudieron utilizar -uno por caer al mar y otro por un mal mantenimiento de los pescantes que impidió su arriado-. Así solo tres botes pequeños fueron los que se utilizaron en el abandono del barco. No obstante, el buque no constaba con equipos de evacuación suficiente para todas las personas a bordo (como ocurrió con el Titanic).
En un primer momento varias decenas de soldados saltaron a los botes. Pero el coronel Seton, del 74º Regimiento de Infantería dio la orden: “mujeres y niños primero”. Según los relatos de los testigos, todo quedo en silencio -salvo por el pataleo de los caballos-. Los militares se plantaron firmes, y las siete mujeres y trece niños, que iban como acompañantes de algunos oficiales, se trasladaron a los botes. Mientras los soldados mantenían la posición.
Finalmente 193 personas salvaron la vida. Algunos, se dice, que llegaron a la orilla tras nadar 2 millas. Los más afortunados pudieron llegar a tierra en los botes.
Se acabó lo de “mujeres y niños primero”
Hoy en día los protocolos de abandono de los barcos son muy diferentes. Gracias a la entrada en vigor de Convenio SOLAS, los barcos disponen de medios de evacuación suficientes para todas las personas a bordo. Y no embarcan primero las mujeres y los niños. Hoy en día los protocolos de abandono indican que primero deben embarcar en los botes los más ágiles y dispuestos (independientemente de su género o edad). Las personas heridas o con movilidad reducida deben ser los penúltimos. Y en último lugar los miembros de la tripulación imprescindibles para la puesta a flote de los botes.